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Llevaba años con el sueño de tener una moto clásica. Era inalcanzable para mí por dos motivos: falta de dinero para comprar una moto restaurada y falta de conocimiento para restaurarla yo mismo. En una tarde calurosa de verano, paseaba por Conil y paré en la puerta del garaje del Maldito. Un garaje lleno de motos clásicas. Desde entonces, compartimos nuestra pasión hasta que él se ofreció a ayudarme con la restauración de una moto.

Pero todavía me faltaba algo: La moto.

Pasaban meses y fui a visitar a un buen amigo en Jaén. Él me puso en contacto con un señor mayor que tenía varias motos clásicas, algunas bien cuidadas en su patio bajo techo. Me ofreció una Montesa Impala a un precio que no pude rechazar.

 

 

Aquel señor me contó que esta Montesa era de un señorito que iba todos los días a su casa de campo. Él se reía cuando contaba que esta moto tenía dos cestas de mimbre, una a cada lado, que nunca llevaban nada. La Montesa fue un regalo suyo, dado que por edad ya el señorito tenía que dejar de montar en moto.

Le he puesto el nombre Brandy por una canción del 1972 del grupo Looking Glass. Brandy, la aceitunera jiennense.

Para muchos, la Montesa Impala 4M es “la normal”. Esto resulta de que las primeras Impalas no tenían otro apellido, hasta más adelante, cuando hubo otras series como la Impala Sport o la Comando. Las diferencias entre aquellas series eran pocas, como el tamaño del carburador, del plato de arrastre y, por supuesto, el color del tanque. La 4M se vendió con el tanque en rojo completamente, sin filo plateado y el anagrama de latón.

 

 

¿Uno de los momentos complicados en la restauración? Hubo muchísimos, pero nunca sufrí tanto como cuando tuvimos que hacer una nueva rosca en el cilindro para la tuerca del tubo de escape. El cilindro aguantó y desde entonces la tuerca nunca me ha dado problemas.

¿El momento mas feliz del proceso de la restauración? Cuando tenía todas las piezas de aluminio pulido. El que ha restaurado un moto sabe lo que es.

 

Hoy disfruto de mi moto en rutas con el Club. Para mí, mi Brandy es la mejor moto del mundo y no puedo imaginarme venderla. A mi juicio, Brandy nunca alcanzará el valor que para mí tiene. Probablemente la regalaré algún día a un amigo o familiar, tal como lo hizo su primer propietario.

Me encanta salir de ruta con mis amigos y saber que llevo una moto que conozco al cien por cien porque casi la hice yo mismo.

 

 

Maikel 23 de Marzo del 2021